La pérdida de una figura materna 

Gálvez junto con una fotografía de ella como bebé en México. Esta fue la última vez que sintió el toque de su mamá. Foto por Dulce Gálvez 

“Te vamos a cuidar y hablar de tu mamá, pero no la vamos a reemplazar”, me decía mi familia. 

Mi madre, María Esther Davila, dio su vida para traerme al mundo el 2 de junio del 2000. Murió a causa de una condición grave conocida como eclampsia, que afecta a mujeres después del parto. Su amor no desapareció con su partida, vive en mí y en cada figura materna que intervino para criarme. 

Mi tía Rosario Dávila, hermana de mi madre, se convirtió en nuestra protectora cuando mi mamá falleció en Guadalajara, México. No dudó en recibirnos a mi padre y a mí, a pesar de que su dolor era inmenso. “Quédate aquí en Guadalajara. ¿Puedes quedarte y dejarme ayudarte a criar a tu hija?” le pidió mi tía Rosario a mi padre. 

Cuando él rechazó su súplica, eligió otro camino y nos llevó a mi hermana mayor y a mí a Los Ángeles. Nunca estuve sola después de que mi tía detuvo el mundo para darme un entorno lleno de cuidado. Estar solo significa estar sin familia y comunidad. 

Mi abuelita, que vive en Los Ángeles, me crió y se convirtió en una figura materna, una mano firme y una fuente de amor incondicional. Me enseñó que la familia no se define por quien falta, sino por quien está presente. 

Mis tías que viven en Los Ángeles no tenían la obligación de asumir el rol de una madre, pero eligieron hacerlo. Aceptar una gran responsabilidad se convirtió en un rol gratificante: me vistieron, me inscribieron en la escuela y se aseguraron de que tuviera el cuidado y la orientación que necesitaba. 

¿Es tu hija? Se parece mucho a ti”, una pregunta que mis tías recibían a diario cuando salían a comprarme ropa o útiles escolares. Migrar a Estados Unidos les dio un futuro libre de la violencia que enfrentaban en México y una oportunidad para reconstruir y proteger. 

A los ojos de mi familia, soy prueba de las posibilidades que podrían haberse desarrollado si mi padre hubiera elegido quedarse en Guadalajara. Él decidió criarme en Estados Unidos con mujeres fuertes que despejaron el camino. 

Como inmigrantes, navegamos en sistemas que no nos ven, fronteras que nos dividen e historias que nos pesan. Crucé fronteras - físicas, emocionales y generacionales— sin una figura materna.  

Traducido por Miguel Nicolas

Siguiente
Siguiente

Crecer siendo mestiza - Un ensayo personal